No, no nacemos con la capacidad innata de imaginar y de hecho, la imaginación es un proceso evolutivo del cerebro que necesita tiempo y que no se puede forzar por mucho que lo intentemos. Detectar cuando una niña o un niño está imaginando es en realidad bastante sencillo, ¿queréis saber las señales?
Somos grandes defensoras de dejar espacio para propuestas de movimiento dentro de casa, pero nunca como sustituto del movimiento en el exterior (que es estrictamente necesario), sino como una opción más de juego en sí misma. Tendemos a pensar que en casa el juego tiene que ser tranquilo, más pausado, pero bien mirado, se puede tener mucho movimiento entre cuatro paredes también.
Los dos años son una etapa en la que no dejan de ocurrir pequeños milagros. Parece que todo va deprisa y las conquistas que van sucediéndose marcan grandes pasos en la evolución de las/los niñas/os. Observar, disfrutar, asombrarse, vivir con ilusión cada uno de sus pasos es fascinante y un aprendizaje sobre cómo la vida se abre paso atraída por una llamada de lo lejano.
Trabajarnos el concepto de aceptación es abordar un trabajo personal profundo y responsable con nuestro autocuidado y crecimiento interior, en el que estamos ahora enfrascadas. Pero pensamos que nuestra tarea como madres, sin embargo, es no quedarnos ahí. Queremos dibujar la aceptación como una gran manta con tentáculos que se extienda sobre nuestra aventura de crianza.
¡Uy, pero qué guapa! ¡Qué niña más bonita! ¡Qué precioso vestido! ¿Os suena? Es difícil cambiar las coletillas o piropos espontáneos, aunque creas de verdad que tienen que ser cambiadas. Tus aprendizajes y costumbres adquiridas suelen ser bastante insistentes y luchan por abandonar su puesto de honor. ¡Desplacemos a golpe de codazo las telarañas que necesitamos barrer! ¿Qué os parece?
No todas las familias podemos veranear en una isla paradisiaca porque entonces dejaría de serlo. ¡Imaginaos que se masifican y ya no tenemos ni siquiera nada que desear! Sería un horror.
Muchas veces nos escribís pidiéndonos asesoramiento porque vuestras hijas y vuestros hijos no juegan con casi ningún juguete de los que tienen. Le habéis comprado el arco iris Waldorf, las construcciones de madera, la cesta de los tesoros, las casitas para encajar, los puzles de hojas con especies ibéricas… y nada de nada, que no hay manera. Tienen muchísimas cosas y no parece interesarles nada.
Tener un catálogo en una tienda no es algo sencillo. Por supuesto, por el esfuerzo que supone encontrar y gestionar todo el stock (¡cerca de 4.000 referencias!), pero además porque un catálogo es una carta de presentación de lo que somos, de lo que nos mueve y de cómo nos posicionamos ante el juego y la vida. Habla de nosotras, de nuestro proyecto, y por eso tenemos que cuidarlo al máximo.
La maternidad es un lugar perfecto para miles de sensaciones encontradas. Es como hacer un caldo riquísimo, con sustancia, al que le pudiéramos echar cualquier cosa. No es universal, ya que cada persona lo vive de una manera diferente pero, sin embargo, hay espacios comunes en los que nos movemos todas de vez en cuando, a veces más de vez que de en cuando.
Cuando oímos la palabra “jugar”, indudablemente todas/os invocamos con nuestro imaginario a la infancia. Jugar significa niñas y niños, pelotas, carreras, juegos de mesa, gritos y estallidos de alegría. ¿Alguien por aquí se imagina alguna vez ante este verbo a unas/os ancianas/os saltando a la comba? Podría ocurrir, pero hay que forzarlo un poco, ¿no creéis?
Carmen y Claudia somos dos madres apasionadas por el juego infantil, aquí publicamos nuestros artículos de opinión y también los de otros profesionales con los que compartimos las mismas inquietudes.