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¿Las personas adultas hemos dejado de jugar?

25 de Mayo de 2021 Categorías: Especial Jugar i Jugar

¿Las personas adultas hemos dejado de jugar?

A veces la infancia es más larga que la vida.
Ana María Matute

Cuando oímos la palabra “jugar”, indudablemente todas y todos invocamos con nuestro imaginario a la infancia. Jugar significa niñas y niños, pelotas, carreras, juegos de mesa, gritos y estallidos de alegría. ¿Alguien por aquí se imagina alguna vez ante este verbo a gente mayor saltando a la comba? ¿A personas adultas escondidas detrás de un árbol? Podría ocurrir, pero hay que forzarlo un poco, ¿no creéis?

Parece ser que a lo largo de nuestra evolución en algún momento dejamos de jugar, o eso dicen los estudios expertos. De hecho, estiman un abandono prematuro del juego con juguetes en torno a los 9 años, que es prontísimo (y no porque nosotras los vendamos, jajajaja). Nosotras creemos que, pese a este dato, el juego persiste muchísimo más allá, lo que pasa es que cuando una niña o un niño sienten que son “demasiado mayores” para los juguetes suelen abandonarlos y la mirada adulta estima que el juego cesa, porque normalmente es la forma de juego infantil más obvia y reconocible. 

Pero según nuestra experiencia y observación, cuando esto ocurre en realidad es que inventan otras maneras de jugar, porque la necesidad persiste dentro de ellas y ellos y si no se cubre, pasa factura en el futuro (y en el presente). Jugar con juguetes es sin duda una forma de jugar estupenda y maravillosa, pero hay muchísimas más, de diversa naturaleza y que se manifiestan ante nuestros ojos de maneras muy diferentes. 

¿Es que acaso no juegan también los adolescentes? Juegan a reunirse en el parque, se organizan para protestar por algo, juegan al fútbol, atienden a clases de baile, salen en bici, bailan en las discotecas, juegan a las relaciones sociales y afectivas… también conectan con diferentes actividades con las que van explorando su personalidad y su manera de entenderse con el mundo. Buscan esos resquicios dentro de su día a día para hacer todo aquello que les llena, aunque no sea productivo y las personas adultas pensemos que es que están perdiendo el tiempo. 

A fin de cuentas, jugar no es más que una expresión de nosotras y nosotros mismos, es nuestra manera de conectar con nuestro yo más interior y aferrarnos a ese estar aquí y ahora haciendo algo que borra nuestras manecillas internas del reloj. Por eso tiene mil caras y mil formas de brotar a la superficie. No hay una manera exacta de jugar más que conectando y disfrutando. No hay malas formas de jugar, porque es un término absoluto: o se juega o no se juega. Y por supuesto, es un concepto que evoluciona con nosotras/os: nadie juega a lo mismo durante toda su vida. 

Por eso, no sabemos si alguna vez dejamos de jugar porque pensamos que es una necesidad tan innata en el ser humano, que al final sale a relucir por cada una de nuestras rendijas. Lo que pasa es que normalmente, cuando decimos que un adulto sigue jugando lo asociamos a que tiene un oficio sumamente creativo, que se sigue subiendo a los árboles, que tiene incluso un punto bonito de locura (en la mejor acepción de la palabra)… y cuando no te ocurre nada de eso te preguntas por comparación, “¿es que acaso yo he dejado de jugar?”.

Pero es que quizás, esa es una forma infantil de jugar que lo mismo ya no te apetece. Como hemos dicho antes, el juego evoluciona con nosotras/os, nos va caminando al lado para fusionarse con cada cambio interno nuestro. Si te apetece subirte a un árbol, ¡hazlo!, si te apetece pintar un mural a lo loco, ¡hazlo!, pero si no te apetece, no es que no quieras jugar, es que sencillamente estás interesada/o en jugar a otra cosa. ¡Obsérvate!, puede que sigas jugando a tu manera y que no hayas dejado de hacerlo nunca. 

En el equipo de Jugar i Jugar somos muchas personas diferentes y nos atrevemos a decir que muy juguetonas. Claudia no puede dejar de mover los pies cuando escucha música que le gusta y todo ese sentimiento se le impregna por todo el cuerpo, porque es capaz de bailar con los párpados. Carmen se enfunda en cuanto puede en un neopreno y se lanza al mar a buscar aventuras (y las encuentra). Montse saca la cámara y deja atrás los encargos y los encuadres para disparar desde el corazón, se come el mundo con su objetivo. Jaume dice que a él le encanta jugar a hacer las news (está fatal). Y Laura llena hojas y hojas en su casa porque cuando escribe, teje frases que le vienen desde dentro. Y así el resto del equipo. ¿Reconocéis vosotras/os también el juego en vuestro día a día?

Sí que es verdad que muchas veces, las personas adultas hemos cambiado el juego por actividades que abordamos buscando un objetivo concreto y hacemos deporte por salud, caminamos para bajar de peso, vamos a bailar para estar en forma, cocinamos mirando los ingredientes sanos, cosemos para remendar un roto… lo que se suma además a la falta de tiempo. Esa falta de minutos al día que nos hacen tener que programar y cronometrar todo para que quepa el sinfín de tareas que tenemos que abordar. Y la falta de tiempo es el enemigo esencial del juego.

Pero en serio, ¿estáis seguras/os de que no hay ni un ratito de juego en vuestra semana? Mirad, observad bien vuestro latido, vuestros pasos… ¿seguro que no hacéis nada de nada por amor al arte? Sin resultados, por el mero hecho de disfrutar, de sentir, de conectar, de divertiros. El juego es sigiloso, se esconde en cualquier esquina así que hay que estar atenta/o. Y si no lo encontráis, desde aquí y bien alto os decimos, ¡salid ahora mismo a buscarlo! 

Es más, ¡aferraos a él! No dejéis escapar al juego, dejad que os invada hasta hacer de su esencia vuestra misión de vida. Que no se concentre en un solo momento de actividad placentera a la que tengáis que buscar hueco en las agendas, sino es una mirada diferente del día a día. De todo el día a día, completo durante las 24h. Vamos a dejar de buscar espacio para el juego para convertirnos en seres hechos de juego. ¿Qué os parece?

Nos referimos a cambiar la mirada y empezar a divertirnos más con las oportunidades cotidianas, como hace la infancia. Como hacíamos nosotras/os. Adoptar el juego como una actitud de vida es algo que vale la pena plantearse seriamente porque, y os hablamos por experiencia propia, os reiréis mucho más, quitareis  peso a la mochila que sea que os ha tocado llevar, os emocionareis y os sorprendereis ante cosas que para otras/os son imperceptibles.

Quizás se trata de sustituir el enfado por la risa más de lo que lo hacemos. Adoptar las desavenencias como anécdotas de las que sabemos que nos reiremos más adelante. Quitar algo de lastre, encontrar la belleza en más sitios de los que lo hacemos. Dejar ir los enfados con más soltura, asombrarnos, observar lo nuevo. Si una maceta se rompe, ¿qué más da? ¿Y si se quema el pollo? Pues también habrá que tomárselo con humor. 

Hagamos de la vida un juego, conectemos con ella, disfrutemos con un pequeño cambio de mirada. Estemos aquí y ahora y echémosle, por favor, mucho sentido del humor.

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Rebeca Saldivar


27/05/2021 21:43:40

Las personas adultas perdemos poco a poco la espontaneidad y nos llenamos de complejos que obstaculizan nuestra capacidad de hacer cosas diveetidas y chulas.Gracias por tan bonita reflexión, tenéis razón, hay que aprender a ver la vida de una manera más juguetona y liviana!

Montse


26/05/2021 22:26:49

Sóc professora d'idiomes i us asseguro que els adults ho passen pipa jugant! Només cal posar-hi les ganes i l'entusiasme, realment. Enhorabona per l'article!

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