Hace una semana publícabamos en este blog un completo post sobre la experiencia de cambio radical a la que se ha sometido la escuela pública Jaume I en Barcelona, con el fin de enseñaros la interesante apuesta de este centro y acompañaros en los posibles cambios que estéis dando en los vuestros los maestros y maestras que andéis por aquí.
Pese a que intentamos recoger en nuestra visita toda la información que pensamos que os sería de utilidad y más inspiracional, y pese a que transcribimos casi palabra por palabra lo que nos contaron, decidimos dejarnos un post reservado para hablaros del aula de cocina porque es verdaderamente una pasada.
En este proceso de cambio y aprendizaje continuo en el que están, a la hora de plantear también la disposición del espacio por ambientes en primaria, pensaron que sería muy intersante tener un rincón específico para trabajar las ciencias. Sin embargo, charlando entre ellos y con nosotras, surgió hace tiempo la posibilidad de enfocar ese rincón desde la perspectiva de una cocina real adaptada en la que pudieran trastear con alimentos y recetas. Y así lo hicieron.
Recogieron la experiencia que ya tenían en marcha con los niños y las niñas de educación especial (SIEI), que ya realizaban talleres de cocina con anterioridad. Los realizaban en el aula, con catro o cinco cosas que tenían a su disposición, y aún así, era todo un éxito. Así que pensaron que podría ser atractivo para todo el alumnado también y decidieron trasladar esta práctica de éxito a un aula específica con más medios.
Aprovechando una partida presupuestaria que tenían, decidieron montar esta aula tan especial en un antiguo almacén que estaba por aquel entonces totalmente lleno de trastos. Sacaron todo, limpiaron y estuvieron un año aproximadamente decidiendo el diseño específico del espacio para que fuera funcional y lleno de oportunidades de aprendizaje. A día de hoy, el resultado es una cocina real, totalmente equipada con electrodomésticos reales dispuestos a su altura (horno, placa, nevera) y con un menaje que nada tiene que envidiar a una cocina doméstica (electrodomésticos de mano, ralladores, moldes, cuencos, coladores...).
Lo que comenzó como un ambiente pensado para primaria, se ha convertido en un recurso educativo aprovechado por toda la escuela, ya que por ahí pasan desde los niños y niñas de infantil hasta los de sexto, cada curso adaptando a su nivel y sus capacidades las actividades que realizan en ella. Para ello, cuentan con un calendario en el que cada maestro o maeestra puede reservar el aula cuando quiera utilizarla y listo.
Nos comentan que muchos días está en funcionamiento desde primeras horas de la mañana, porque les encanta y que en algunas ocasiones, incluso han podido contar con la participación de los abuelos y las abuelas para los talleres, lo que estamos seguras que ha sido una experiencia maravillosa para todos y todas.
Uno de los maestros y también director, nos contaba que él aprovecha el tema de la cocina para trabajar proyectos a largo plazo con los niños y las niñas. Nos contaba por ejemplo, que con los de quinto, comienzan investigando sobre un alimento concreto que eligen. Han de buscar información, de dónde viene, qué tipo de alimento es... y con ello, elaborar una pequeña ficha técnica o texto científico. El siguiente paso, es buscar una receta que contemple ese alimento y una vez encontrada y escrita, pues van a la cocina para realizar el último paso: cocinarla.
Así, por ejemplo, han hecho huevos con beicon, un plato con queso de cabra, bizcochos... porque sí, la cocina está para que la usen, para que sean ellos y ellas las que se pongan delante de los fogones, pelen, corten, metan al horno, prueben y aprendan de forma vivencial todos los contenidos curriculares que incluye una actividad de estas características.
A nosotras esta parte nos parece fundamental y nos pareció que lo importante es especialmente esto: que es su cocina, el lugar donde ellos y ellas trastean y aprenden haciendo con sus propias manos, no observando cómo lo hace la maestra o el maestro o relegándoles a tareas más aburridas e insípidas como batir y poco más.
En su cocina fríen huevos y se hacen responsables de la receta, sin trampas educativas que captarían a la mínima. Creemos que este es el verdadero éxito de la actividad y el sentido de tener en la escuela una propuesta así. Es decir, que hay que estar preparado como claustro y como personal docente en general, para dar libertad, confiar y empoderar a las alumnas y alumnos para hacer este tipo de cosas sin miedo.
Como decíamos en el post anterior, una iniciativa así tiene que partir de una reflexión interna de los maestros y maestras, porque a fin de cuentas, tener la cocina físicamente en un aula es el final del recorrido (o la mitad), es el resultado del cambio verdadero en las ganas de enseñar desde otro prisma y que no sea un montaje precioso pero hueco. Y hay que estar también preparado como centro para eso.
Según ellos y ellas nos cuentan en la visita, los niños y las niñas hacen de todo, porque son capaces si les dejas y les das la confianza. Por su parte, intentan hacer el acompañamiento que necesiten, están pendientes para dar consejos y guiarles en las formas de manejarse en una cocina de forma segura, siempre hay más de una persona adulta en el aula y también, se preparan con antelación la actividad para que todo fluya. No sólo hay que dar confianza al alumnado sino que el profesorado tambíen tiene que disfrutar de la experiencia, porque eso se nota.
Por último, nos comentan que a una cocina no solo se viene a cocinar, que quizás es lo divertido. También hay que cuidar el espacio compartido, colaborar en las tareas de limpieza y recogida de todo el material para que los siguientes compañeros y compañeras también puedan disfrutarlo.
Cada miércoles, las niñas y los niños de educación especial se acercan al mercado para hacer la compra. No solo la suya, sino la de todos y todas. Para ello, durante la semana anterior les hacen los pedidos de lo que los demás van a necesitar y así pueden encargarse de esta parte del funcionamiento de esta cocina escolar, lo que requiere mucho compromiso y mucha responsabilidad.
Nos cuentan que aún les queda camino, porque todavía les falta encontrarle el punto más científico a la actividad, que era su idea. Aunque sí, la cocina es ciencia pura y en ella se dan un montón de reacciones químicas, de proceso físicos y matemáticos, les queda todavía incidir más en esos aspectos a la hora de enfrentarse a los proyectos de cocina. Una tarea pendiente en la que seguro que ya están trabajando, porque la necesidad o el deseo ya están identificados.
Nos volvemos a casa ese día contentas de haber salido un poco de la oficina para charlar con estos amigos y amigas sobre todo el cambio. Nos ha encantado la experiencia de poder visitarles sin prisas, para hablar tranquilamente de toda su experiencia y de las ganas que tienen de seguir creciendo.
Una vez más, ¡enhorabuena!