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30 de Agosto de 2017 Categorías: Los niños siempre juegan y siempre jugarán a…
A los cinco años me dieron una barba postiza y un disfraz para que hiciera de Santa Claus en una fiesta infantil. Desde entonces, mi destino está ligado a estos vestidos. Denme un casco, un caballo y una espada, y en cinco minutos habré compuesto a un héroe de aquellos con los que el público se emociona.
Charlton Heston
Cualquier trozo de ropa que pueda aparecer dentro de una caja polvorienta en un desván; unas camisas olvidadas en el fondo del armario; unas gafas viejas que llenan una caja... todo son los complementos perfectos para la transformación, para poder convertirse en quien es quiera, y es que en el juego todo vale.
Los niños es disfrazan, no es ninguna novedad. Hay niños que se disfrazan a todas horas y que, por más que se pida y se desee, no dejan el disfraz ni para ir a dormir. Y hay otros a los que no les gusta mucho la idea de transformarse y prefieren no participar.
En el disfrazarse hay una desaparición personal. El yo deja paso al personaje inventado para adquirir otra identidad. Y es tal la fusión que se da en esta transformación que, a veces, se hace difícil volver en sí. De entre los personajes más típicos están los superhéroes, princesas, reyes, lobos, gatos, piratas, indios... y no se quedan de lado los personajes de series de televisión y películas.
El disfraz se podría comparar con los muñecos en miniatura. Las niñas y los niños se vierten y se convierten en un elemento de proyección donde dejan de ser ellos mismos y adquieren el rol del personaje elegido. Se trata pues, de un juego muy serio. Sólo hay que ver cuando otros niños o adultos se disfrazan y cómo los miran con cierta desconfianza, sin saber si continúan allí o han desaparecido detrás del disfraz. Y a pesar de quitarse todos los complementos, tardan un rato en volver a encontrar.
Recuerdo una niña de cinco años el día de carnaval. Con mucha ilusión se puso su disfraz de pingüino. Su madre la maquilló y cuando se miró en el espejo se puso a llorar. No sabía qué había pasado, pero ese reflejo no era ella, había desaparecido.
A pesar de existir una gran variedad de disfraces y complementos en el mercado, los niños, como con cualquier otro juego, no necesitan casi nada para la transformación y creación. Unos recortes de ropa, unas corbatas, camisas, faldas, sombreros... y se asegura un buen rato imaginativa y creativa.
Sea como sea, el jugar a disfrazarse alimenta la capacidad creadora, el ingenio, la imaginación y la proyección. Se convierte en un juego que ayuda a ponerse en la piel de otras personas y entenderlos empáticamente. Así que cuando ves a un niño disfrazado, recuerde que no es él, sino un personaje que navega por el mar de la imaginación. Por eso los niños siempre juegan y siempre jugarán a disfrazarse.
Jenny Silvente
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