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07 de Julio de 2016 Categorías: Artículos de otros , Educación , Hablamos con...

Los niños y niños a los que se ha castigado aprenden a esconderse y a hacer trampas

Os compartimos una entrevista publicada en el diario ARA el pasado 2 de agosto del 2014. Carme Thió es psicóloga especializada en educación infantil y sus reflexiones y consejos nos acompañan mejor en el camino de la crianza de los hijos. 

 

Carme Thió: “¡Los niños y niños a los que se ha castigado aprenden a esconderse y a hacer trampas!

 

Después de treinta años trabajando con grupos de padres y madres, Carmen Thió explica que los padres no necesitan tanto un psicólogo si no alguien que les acompañe en el proceso de educar.

 

¿Cómo te educaron?

 

Soy la última de ocho hijos. Mi padre nos decía: “Yo confío en ti y sé qué harás y qué no harás”. Aquello te dejaba atado de pies y manos porque no lo querías decepcionar. Nunca hubo un insulto o bofetada, ahí vi que se puede educar sin violencia. Lo que transmito, lo he vivido.

 

 

Los padres nos preocupamos demasiado.

 

Los padres de un bebé fueron a urgencias porque su hijo de una semana tenía convulsiones. Y era hipo. El primer bebé que habían visto era el suyo.  

 

Y tú los tranquilizas

 

Sí, es uno de los objetivos. Van muy cansados, sobre todo las madres, y cuando uno está extenuado no funciona muy bien. En nuestros encuentros, el objetivo es que no hagan una tragedia de lo que son anécdotas de la vida.

 

¿Estamos acomplejados?

 

Mucho. Salió una encuesta en que el 80% de los padres dicen que no están educando bien a los hijos. Es una tragedia, el sentimiento de culpa que hay detrás es enorme: “Yo ya sé lo que debería hacer, pero no lo hago”. Se tiene que recuperar la autoestima. 

 

¿Cómo?

 

Una vez, para hacer una broma, dije que un día habría especialistas para enseñar a ir en bicicleta, y me contestaron que ya existían. ¿Qué les queda a los padres? No gran cosa: ni nadar, ni ir en bicicleta, que son las cosas más divertidas que vinculaban padres e hijos. Toda la gente va tan agobiada con el trabajo que nos cuesta estar alegres: las familias necesitan reír, jugar y divertirse.

 

Nos falta confianza

 

El buen modelo de padre y madre son los intentan hacerlo lo mejor posible y que cuando se dan cuenta que lo han hecho mal, rectifican y ya está. Si nos presentamos como perfectos, los desanimamos y el niño o niña pensará: “no puede llegar a la perfección”.

 

¿Les dejamos hacer poco de niños?

 

Los tratamos como si tuvieran muchos hándicaps porque les hacemos todo.

 

¿Y el mundo extraescolar, lo enfocamos demasiado hacia el éxito?

 

Sí, y todo tiene que ser con el objetivo educativo. Es evidente que jugando aprendes, pero el objetivo del juego es divertirse, no aprender. 

 

Tus consejos piden tiempo y paciencia.

 

El otro día una madre estaba discutiendo con la criatura porque no quería ir a dormir y al final ésta le dijo: “¡Me da igual que quieras ir a dormir, tienes que ir! ¿No podría haber dicho, por ejemplo, “Me sabe mal, pero tienes que ir”? Una de las cosas que hacen que las los niños y niñas tengan la autoestima baja es que no les llega la estimación por culpa del trato que les damos. La sociedad ya no es empática, si no antipática. 

 

¿Se puede castigar?

 

Ni los castigos ni los premios son educativos. Crean adicción, cada vez tienes que castigar para que funcione, si es que funciona. Los niños y niñas que están muy castigados aprenden a esconderse, a mentir y a ocultar lo que hacen para no les castiguen; por tanto, no aprenden que es lo que tienen que hacer y lo que no, si no que aprenden a hacer trampas. El castigo es un modelo desagradable, vengativo y crea dependencia.  

 

¿Cómo ponemos los límites pues?

 

Se deben sustituir los “castigos” por aquello que yo le digo “consecuencias”. Un niño de 4 años mojaba el suelo del baño, sacaba el agua a chorro expresamente. Lo habían castigado y le habían prometido premios, y nada les servía. Les dije que la consecuencia de mojar era secar  el agua y que por tanto lo hiciera él. El primer día cantaba y bailaba mientras fregaba, le gustaba, pero el segundo día ya no lo hacía y el tercer día ya no mojó. ¿Qué le proporcionaron? La capacidad de decidir él que no quería mojar. Antiguamente el objetivo educativo era hacer las criaturas obedientes, ahora queremos criaturas con criterio y responsables.


¿Y los valores?

 

Los niños y niñas no aprenden de los discursos, si no lo experimentan. Si el discurso va por un lado y la actuación por  otro, se quedará con la actuación. No se puede enseñar un valor, se tiene que vivir y ejercer. El típico ejemplo es decirle chillando al niño que no se debe chillar. 


Un consejo para hacer este verano

 

Divertirse juntos, escuchar y, sobre todo, hablar. Y escucharlos. Si nuestro hijo no nos interesa, apaga y vámonos. Una nieta me dice que lo que más le gusta del verano son los almuerzos en la casita de campo. ¿Y qué gracia tienen esos desayunos? Que la gente se va levantando, se pone a almorzar, llega otro, todos se van quedando en la mesa y hablan sin prisa. 

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