Juego simbólico

¿Dónde dibujar la línea que separa el juego de la vida cotidiana? ¿Es participar en la rutina familiar, en su día a día, una forma de jugar igualmente? ¿O por el contrario, el juego solo encuentra su definición fuera de los límites de la realidad? ¿Cómo se define el juego?

A los niños y las niñas, les encanta formar parte de la denominada “vida adulta”. Les encanta imitarnos, participar en nuestras acciones, probar a ser también parte activa de nuestras tareas, adquiriendo en este ejercicio una autonomía y una autoestima maravillosas. 

Tal y como decía María Montessori, el trabajo con las manos es atractivo para casi todos los niños y niñas y a través de él se ponen en marcha aprendizajes del intelecto totalmente necesarios para su desarrollo. Nuestra recomendación: ¡dejadles participar! Dadles tareas, dadles la oportunidad de retar a sus capacidades, de explorar su propio yo. 

El juego simbólico aparece al mismo tiempo que se despierta la imaginación y cuando se adquiere un lenguaje más estructurado. El niño o la niña, empiezan a sentir interés por lo que hacen los adultos y las adultas y quieren entenderlo, imitarlo, participar de él, para ensayar y asimilar los procesos de la vida que ocurren a su alrededor. Es una etapa extraordinaria, que se desarrolla desde los 2-3 años y que seguramente estará muy presente (junto a otras) hasta los 9 O 10 años. 

En este momento, a través del juego simbólico, los niños y las niñas son capaces de tender el puente entre el mundo del inconsciente y el mundo real, en el que nos desarrollamos aquí y ahora. Es un camino real hacia su inconsciente, y por tanto, es una herramienta poderosa para resolver simbólicamente problemas que han quedado de alguna forma dentro de ellos y ellas y afrontar muchos otros, también de forma simbólica, que les preocupan en el presente.

El juego libre conecta de una forma poderosísima con el interior de cada uno/a. Así, tenemos que elegir a qué jugar, qué historia armamos, con qué juguetes… Por ello, fijándonos en cómo juegan, podemos ver cómo ellos y ellas interpretan el mundo: cómo le gustaría que fuese, qué cosas han ocurrido, qué les inquieta… ¡Dejémosles expresarse de forma libre!