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Sobre las emociones

25 de Abril de 2021 Categorías: Mirada pedagógica

Sobre las emociones

Bucear en el insondable mundo de las emociones de nuestras hijas y nuestros hijos, o de nuestras alumnas y alumnos, es quizás de las cosas más complicadas a la hora de educar y acompañar. O al menos, eso nos lo parece a nosotras y es lo que más horas de charlas ocupa cuando nos juntamos con amigas/os y hablamos de nuestra tarea como padres y madres.

¿Qué le pasa? ¿Cómo puedo llegar a su interior? ¿Cómo puedo enseñarle a controlar su ira? ¿Cómo le doy las herramientas necesarias para que se escuche y se conozca? ¿Cómo le explico que todo lo que sienta, sea lo que sea, es sano? Tantos huracanes de los que estamos hechas/os que son tan complicados de expresar y de digerir y que tantas horas de sueño nos quitan.

Hoy en día, por suerte, damos mucha importancia a este aspecto de nuestra persona y de nuestra construcción hacia mejores individuos y por tanto, eso tiene un reflejo en la importancia que le damos como padres, madres y educadoras/es. Y también, en la multitud de libros y juegos que han aparecido en el mercado últimamente.

No es que seamos muy fanáticas de los libros de las emociones o de los juegos-receta, porque aunque hay algunos estupendos (tenemos algunos en la tienda), siempre nos queda un regusto raro cuando los pensamos. Y quizás aquí tendríamos que matizar; es como si para expresar la rabia, la pena o el miedo, necesitaran un catálogo de dónde elegir cada vez que sienten algo. Nos parece que al hacerlo de esa forma “adultizamos” un universo que es de todo, menos hermético y encasillable.

A nuestros casi cincuenta años, todavía tenemos una dificultad enorme para saber cual es la emoción dominante que provoca que se desaten todas las demás, localizarla entre ese torrente que estamos viviendo es complejo, y es que casi nunca existe una explicación sencilla para lo que nos ocurre.

Quizás, no sabemos, deberíamos hacer libros en los que el catálogo de opciones a elegir tuviera epígrafes del tipo: una mano que aprieta las tripas, una bomba de oxígeno en el corazón, parálisis de las piernas, vértigo en la garganta, apisonamiento por grúa mecánica, anoxia estomacal… porque se parecen algo más a la realidad que algo tan complejo como simplemente la envidia o el amor. 

Hay veces que vemos que nuestras hijas e hijos tienen enormes nudos de cuerdas dentro. Reconocemos en ellas/ellos ese momento tan difícil en el que no nos entendemos ni nosotras mismas y que ni siquiera sabemos por dónde empezar a cogernos, en el que la única certeza es que estamos vivas, pero del mismo modo estamos igualmente mudas.

Las palabras son a veces contenedores demasiado pequeños, de modo que tendríamos que partir demasiadas veces la inmensidad de lo que sentimos para que cupiera toda entera en esos cuencos, muchos, puestos en fila uno detrás de otro haciendo un párrafo. Con sus puntos, con sus comas y sus pausas para respirar. Como si cuenco a cuenco de agua, tuviéramos que explicar lo que es el mar.⠀

En esos momentos, es imposible abrir las manos y darles las palabras que buscan. No podemos ni siquiera cantarles. Y tampoco podemos minimizar ese torbellino vital hablándoles de cosas tan pequeñas como miedo, nostalgia, envidia... que son demasiado prefabricadas cuando sabemos que su sentimiento es único y que lo amasan solo ellas y ellos. Nada más podemos decirles que estamos aquí siempre, aunque no nos busquen. Siempre estamos y estaremos.⠀

Les vemos intentando colocar esas emociones tan complejas. Enfrentarse al todo es imposible a veces, todas/os lo sabemos porque lo hemos vivido. Por eso, les decimos que miren al suelo, que se toquen detrás de la oreja, que se palpen las muelas, porque existe siempre un hilo del que tirar. Que empiecen hablando del color de una de sus esquinas, de la que sean capaces de ver, solo para comenzar. Y que luego, por supuesto, que se paren donde quieran. Fin. No más. Es su derecho. Cualquiera puede dar el alto sin explicaciones. Eso de vaciarse hasta el final siempre nos ha parecido una idiotez, porque muchas veces es suficiente vaciarse solo hasta donde desborda.⠀

Hay un montón de materiales estupendos para hablar de las emociones y para tratar temas puntuales, no lo dudamos y muchos nos gustan un montón.

Pero quizás, nuestra estrategia ha ido más por no hablar a nuestras hijas e hijos directamente de emociones de manera aislada de contexto,  sino que hemos procurado ir dando rodeos, dándoles simplemente el ambiente de confianza y el vocabulario más amplio posible para que siempre encuentren las herramientas necesarias para expresarse, primero a ellas/ellos mismas/os y luego a las/los demás si quieren.

Y les leemos, mucho, de cualquier cosa que aparentemente no habla de emociones pero que nos definen y nos encuentran (comentamos sobre esto un poco más extensamente en este post de Instagram). Porque no hay mejor barco que los libros para ir a paso certero hacia el encuentro de una/o misma/o.

¿Qué opináis vosotras y vosotros de todo esto? Nos encantaría escucharos porque es un tema que nos interesa un montón.

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